El amor en los cambios de clima

Lo cierto es que está científicamente comprobado que los cambios de clima y las estaciones traen consigo consecuencias para el organismo y, por lo tanto, influyen de alguna manera en nuestro estado de ánimo y cómo nos comportamos con los demás. ¿Lo sabías?

Un día caluroso y brillante significa llenarse de alegría, energía y libertad. Queremos disfrutar de la naturaleza y del amor. Sin embargo, un día nublado y con lluvia nos remite a la melancolía, y buscamos refugiarnos en otras personas.

No nos equivocamos al decir que el buen tiempo influye en el enamoramiento: no en vano a la primavera se le llama la estación de los enamorados. La llegada del calor y el brillo solar lleva a un aumento de los estímulos visuales, así como una mayor exposición y sensualidad de los cuerpos ¿Quién no aprovecha la primavera para llegar de la mejor forma posible al verano?

Por otro lado, el frío provoca una considerable baja en cuanto a la seducción. Durante el invierno no existe esa predisposición emocional y sensitiva para el amor que sí se da durante el verano. Los días grises y el cielo nublado nos contagian de una sensación de tristeza y desgano, acompañado por la tendencia a aislarnos e interactuar menos. Definitivamente el invierno no es la mejor temporada para conocer más gente.

Si consideramos que Lima se caracteriza por tener muy marcados el invierno y verano, estos cambios emocionales también se pueden dar repentinamente. En un día de lluvia abundante tendemos a deprimirnos y sentirnos nostálgicos, mientras que el frío nos lleva a ensimismarnos y pensar en cosas tristes.

De igual manera, estos efectos varían de acuerdo a la susceptibilidad de cada persona. Algunos estudios señalan que a ellas les afectan más los cambios climáticos que a ellos. Generalmente, los que notan estos cambios de ánimo son las personas con las que pasamos más tiempo y, sobre todo, con los que tenemos una relación más personal, como las parejas.

Otros factores

Si bien el cambio de clima influye en nuestro estado emocional, no es algo determinante en la situación de las parejas. El paso de las estaciones trae consigo otros factores que intervienen en las relaciones amorosas.

Según las estadísticas, tres de cada diez parejas deciden durante el verano que ya no desean seguir juntas. Si tenemos en cuenta que las semanas de vacaciones son las que más se disfrutan, son las más divertidas y llenas de ilusiones, cabe preguntarse ¿por qué se separan las parejas en verano?

La principal razón es la rutina que vive la pareja a lo largo del resto del año. Durante ese tiempo, ambos se encuentran ocupados con el estudio o el trabajo, y no comparten suficiente tiempo juntos.

Esta rutina y el estilo de vida tan ocupado que llevamos nos hace pensar que la relación no tiene problema alguno. Sin embargo, cuando llegan las vacaciones y pasamos todo el día junto a nuestra pareja, nos damos cuenta de muchos defectos de los que no nos habíamos percatado antes. Al dedicarle más tiempo a la relación, también salen a flote los problemas que se vieron aplazados durante el año.

Al llegar las vacaciones, muchas parejas se ilusionan con los viajes y el mayor tiempo que le van a dedicar a la relación. Pasan los días y llega la desilusión al no saber qué más hacer como enamorados. El tiempo libre puede actuar como una bomba de tiempo: uno se va dando cuenta que no existe la misma comprensión e intimidad. La nueva rutina puede ir sacando a la superficie los conflictos previos, y es ahí cuando se presenta la disyuntiva: darle una oportunidad a la relación o darse por vencidos y abandonarla.

Después de la tormenta…

Sin embargo, no todo tiene que ser caos durante las vacaciones. Si se quiere sacar adelante la relación, lo más importante es organizar la mente para así tener claro qué es lo que uno siente y lo que molesta o preocupa.

Una de las principales soluciones es no idealizar las vacaciones y comentar con la pareja qué queremos hacer durante esas semanas. Solo hay que saber aprovechar el clima para programar actividades de acuerdo al estado del tiempo y darle cierta flexibilidad para evitar conflictos. Por otro lado, también se deben repartir prioridades. Por ejemplo, quién prepara el desayuno, quién lava los platos, quién acuesta a los niños (si es que los hay), etc.

De igual manera, en caso de encontrarse con actividades discrepantes, se debe dejar en claro qué es lo que quiere hacer cada uno, cuánto tiempo se le va a dedicar y buscar una manera de integrar ambas actividades en un horario adecuado. Por otro lado, nunca está de más pasar unas horas de disfrute personal, pues es en estos momentos en los que nos encontramos a nosotros mismos y logramos valorar lo que tenemos.

Imágenes: ConMisHijos, Pasiones, CajonDeImagenes, M-almeu

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